Con el alcalde de León, José Antonio Díaz, discrepo siempre que coincidimos sobre su férrea defensa de separar la provincia de Castilla y León para crear una nueva autonomía, pero en esta ocasión me parece muy valiente y acertado que pida un congreso extraordinario para «relevar» a Sánchez. Por supuesto, el presidente del Gobierno está decidido a agotar la legislatura, es algo en lo que estoy convencido de que no miente, y presentarse como candidato. Creo que si pierde la presidencia, no abandonará la secretaría general del partido con la vista puesta en las siguientes elecciones. Es una conclusión fácil conociéndole. Los movimientos que ha realizado han estado dirigidos a controlar con mano férrea la estructura de su organización. Las voces discrepantes de personas que ocupen cargos son muy escasas. Es un modelo muy interesante, porque se basa en la resistencia a perder los cargos. Los partidos acaban teniendo unas estructuras muy cerradas, donde no hay gente que trabaje fuera de la política. Sus sueldos dependen de ella. El alcalde de León puede permitirse el lujo de exigir un congreso extraordinario para abordar ese relevo, porque su alcaldía no depende de La Moncloa. No puede ser represaliado al igual que le sucede a García-Page. Díez ha señalado que «llevamos años tomando decisiones que no se corresponden con nuestros principios ni nuestros valores. El rumbo es errático y hay que atajarlo rápido». En la entrevista en Espejo Público muestra una claridad y compromiso con el socialismo que ha desaparecido en La Moncloa y en la ejecutiva federal. Hay una cohesión en el sanchismo basada en el interés, porque Sánchez sabe perfectamente que muchos le darían la espalda, como hicieron en el pasado, si pierde el poder. El felipismo era una forma coloquial de referirse a la presidencia de González, pero todo el mundo sabía que era, antes que nada, socialista. No formo parte de los hagiógrafos que proliferan en el centro derecha, pero reconozco su compromiso con la historia y la ideología del PSOE. Por supuesto, cometió errores y la corrupción llegó a ser insoportable, pero supo retirarse. El alcalde de León ha levantado una bandera ética y coherente con una voz firme y clara. Es sorprendente que otros prefieran seguir agazapados, temerosos de sufrir la ira monclovita.. Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
«El alcalde de León ha levantado una bandera ética y coherente con una voz firme y clara»
Con el alcalde de León, José Antonio Díaz, discrepo siempre que coincidimos sobre su férrea defensa de separar la provincia de Castilla y León para crear una nueva autonomía, pero en esta ocasión me parece muy valiente y acertado que pida un congreso extraordinario para «relevar» a Sánchez. Por supuesto, el presidente del Gobierno está decidido a agotar la legislatura, es algo en lo que estoy convencido de que no miente, y presentarse como candidato. Creo que si pierde la presidencia, no abandonará la secretaría general del partido con la vista puesta en las siguientes elecciones. Es una conclusión fácil conociéndole. Los movimientos que ha realizado han estado dirigidos a controlar con mano férrea la estructura de su organización. Las voces discrepantes de personas que ocupen cargos son muy escasas. Es un modelo muy interesante, porque se basa en la resistencia a perder los cargos. Los partidos acaban teniendo unas estructuras muy cerradas, donde no hay gente que trabaje fuera de la política. Sus sueldos dependen de ella. El alcalde de León puede permitirse el lujo de exigir un congreso extraordinario para abordar ese relevo, porque su alcaldía no depende de La Moncloa. No puede ser represaliado al igual que le sucede a García-Page. Díez ha señalado que «llevamos años tomando decisiones que no se corresponden con nuestros principios ni nuestros valores. El rumbo es errático y hay que atajarlo rápido». En la entrevista en Espejo Público muestra una claridad y compromiso con el socialismo que ha desaparecido en La Moncloa y en la ejecutiva federal. Hay una cohesión en el sanchismo basada en el interés, porque Sánchez sabe perfectamente que muchos le darían la espalda, como hicieron en el pasado, si pierde el poder. El felipismo era una forma coloquial de referirse a la presidencia de González, pero todo el mundo sabía que era, antes que nada, socialista. No formo parte de los hagiógrafos que proliferan en el centro derecha, pero reconozco su compromiso con la historia y la ideología del PSOE. Por supuesto, cometió errores y la corrupción llegó a ser insoportable, pero supo retirarse. El alcalde de León ha levantado una bandera ética y coherente con una voz firme y clara. Es sorprendente que otros prefieran seguir agazapados, temerosos de sufrir la ira monclovita.. Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
