Siempre pensé que en el siglo XXI estaríamos a salvo. Que los acosadores y maltratadores acabarían dándose por vencidos o al menos sabiendo que sus delitos les costarían tan caros como para que cada vez fueran menos numerosos… Me equivoqué. En pleno siglo del Me too, andamos dando largas zancadas hacia atrás. No es solo el pensamiento supremacista de algunos hombres sobre las mujeres, los movimientos tradwives (mujeres tradicionales) que nos acechan desde EEUU e incluso el retroceso en las consideraciones sobre lo que cabe o no en las relaciones de demasiados jóvenes de ambos sexos en nuestro país, es que vuelven a aflorar los acosadores, en todos los rincones de España. Los últimos tres, del PSOE, ese partido que desde siempre ha abanderado el feminismo como su causa principal. No es que no cuezan habas en todas partes, porque también acaba de detectarse un caso en el PP; pero no deja de sorprender que quien tantas veces ha reclamado su papel protagonista e indiscutible sea quien más sospechosamente está actuando al encontrarse casos de acoso en su seno. Los intentos de ocultación, la falta de traslado de las denuncias a la fiscalía, el modo de tratar a los presuntos acosadores, la inacción… Todo eso, en el caso del PSOE se multiplica, porque pone en solfa entre los suyos (y más entre las suyas) una de las primeras palabras dadas. Me duele como mujer y como persona crédula y confiada. Como alguien que piensa que cuando se defiende algo, se hace desde el corazón, obviando los intereses. Creía que nadie podía hacerle más daño al feminismo que Podemos y sus lideresas encendidas, tratando de convertirlo en pura política de parte, sin querer aceptar que el feminismo es un movimiento social que tiene que amparar a todas las mujeres, independientemente de su ideología, raza o credo, y dividiéndolo, boicoteando logros del pasado, y poniendo en su contra a muchos y muchas; pero este golpe socialista también va directo a la credibilidad. Más allá de partidos e ideologías, con el feminismo no se puede jugar. Las mujeres, todas, da igual como pensemos o sintamos -se los advertimos señores y señoras de la política…- no nos vamos a dejar utilizar. Sepan ustedes que quien nos una y no quien nos divida, será, esta vez, quien vencerá.
«Las mujeres, todas, da igual como pensemos y sintamos -se lo advertimos señores y señoras de la política- no nos vamos a dejar utilizar»
Siempre pensé que en el siglo XXI estaríamos a salvo. Que los acosadores y maltratadores acabarían dándose por vencidos o al menos sabiendo que sus delitos les costarían tan caros como para que cada vez fueran menos numerosos… Me equivoqué. En pleno siglo del Me too, andamos dando largas zancadas hacia atrás. No es solo el pensamiento supremacista de algunos hombres sobre las mujeres, los movimientos tradwives (mujeres tradicionales) que nos acechan desde EEUU e incluso el retroceso en las consideraciones sobre lo que cabe o no en las relaciones de demasiados jóvenes de ambos sexos en nuestro país, es que vuelven a aflorar los acosadores, en todos los rincones de España. Los últimos tres, del PSOE, ese partido que desde siempre ha abanderado el feminismo como su causa principal. No es que no cuezan habas en todas partes, porque también acaba de detectarse un caso en el PP; pero no deja de sorprender que quien tantas veces ha reclamado su papel protagonista e indiscutible sea quien más sospechosamente está actuando al encontrarse casos de acoso en su seno. Los intentos de ocultación, la falta de traslado de las denuncias a la fiscalía, el modo de tratar a los presuntos acosadores, la inacción… Todo eso, en el caso del PSOE se multiplica, porque pone en solfa entre los suyos (y más entre las suyas) una de las primeras palabras dadas. Me duele como mujer y como persona crédula y confiada. Como alguien que piensa que cuando se defiende algo, se hace desde el corazón, obviando los intereses. Creía que nadie podía hacerle más daño al feminismo que Podemos y sus lideresas encendidas, tratando de convertirlo en pura política de parte, sin querer aceptar que el feminismo es un movimiento social que tiene que amparar a todas las mujeres, independientemente de su ideología, raza o credo, y dividiéndolo, boicoteando logros del pasado, y poniendo en su contra a muchos y muchas; pero este golpe socialista también va directo a la credibilidad. Más allá de partidos e ideologías, con el feminismo no se puede jugar. Las mujeres, todas, da igual como pensemos o sintamos -se los advertimos señores y señoras de la política…- no nos vamos a dejar utilizar. Sepan ustedes que quien nos una y no quien nos divida, será, esta vez, quien vencerá.
