En la sede de la Agencia de Seguridad y Emergencias de Madrid, ASEM), el popular 112, prestan servicio algo más de 250 personas, entre gestores, técnicos de seguridad, bomberos, policías, guardias civiles, agentes forestales y sanitarios de emergencias del SUMMA y del SAMUR, es decir, la flor y nata de quienes se encargan de cuidarnos las 24 horas del día y los 365 días del año. Son turnos de trabajo exigentes, con largas guardias, en los que se puede llegar a atender más de 11.000 llamadas de media diarias, con tiempos de respuesta que rondan los 70 segundos. Si me extiendo en este preámbulo es para explicar que no se trata de una labor fácil, que exige atención máxima, conocimiento del medio y de la psicología de las personas para poder discriminar lo urgente y vital del fárrago de peticiones de auxilio y que sus trabajadores merecen, más allá de lo salarial, que el mando, en este caso la Consejería de Medio Ambiente, Agricultura e Interior, se preocupe de mantener en las mejores condiciones posibles las instalaciones y el buen ambiente de trabajo. Pues bien, el mando ha decidido reconvertir vestuarios y baños en «áreas mixtas no binarias» tras el requerimiento de un trabajador trans, que exigía un espacio propio para cambiarse e ir al baño. Al parecer, no puedo asegurarlo por las servidumbres del derecho a la privacidad, el trabajador en cuestión se autopercibe como «trans no binario», lo que le impediría usar uno u otro vestuario, masculino o femenino. La Consejería, que preside Carlos Novillo, que fue jefe de Bomberos de Alcorcón, se escuda en las leyes estatales de igualdad y no discriminación «para la igualdad efectiva de las personas trans y la igualdad de trato para las personas LGTBI» que, en ningún caso, obligan a establecer exclusivamente baños mixtos. La plantilla del ASEM, a través de su Comité de Empresa y mediante una carta de protesta firmada por más del 70 por ciento de los trabajadores, ha solicitado, en atención a las leyes laborales vigentes respecto a la seguridad e higiene, que se habilite un espacio mixto «no binario» y se mantengan el resto de los vestuarios/baños diferenciados, masculinos y femeninos, atendiendo de esta forma los derechos de todos. Pero la Consejería, además de recordar que en las nuevas áreas comunes habrá que respetar la compostura, el respeto y la intimidad propia y ajena, y, por supuesto, que estará completamente prohibido desplazarse denudo/a, mantiene su propósito y ya ha comenzado las obras de remodelación, que estarán finalizadas, según el plan, en marzo del año que viene. Insisto en que hablamos de unos servidores públicos que cubren unos puestos de servicio exigentes, con guardias de 24 horas, y que, al menos, merecen disponer de espacios de verdadera intimidad, donde cambiarse de ropa, ducharse y otras necesidades sin más estrés añadido al de su propio trabajo. Pero no, incluso en territorio Ayuso, donde se supone que la convivencia sigue las pautas clásicas de respeto y adecuación a la realidad social cotidiana, lo woke tiene preferencia sobre los derechos de la inmensa mayoría de los trabajadores. Y no se trata, por supuesto, de hacer bromas con lo trans o lo no binario; de inscribir parejas de baile no como hombre/mujer, sino como «follover/líder», para no ofender a nadie, porque asistimos, una vez más, a la imposición cultural y social por parte de unas minorías extremistas que hacen de la intolerancia su caballo de batalla.
En la sede del 112 de Madrid, los vestuarios serán «mixtos no binarios», pese a la oposición frontal de los trabajadores
En la sede de la Agencia de Seguridad y Emergencias de Madrid, ASEM), el popular 112, prestan servicio algo más de 250 personas, entre gestores, técnicos de seguridad, bomberos, policías, guardias civiles, agentes forestales y sanitarios de emergencias del SUMMA y del SAMUR, es decir, la flor y nata de quienes se encargan de cuidarnos las 24 horas del día y los 365 días del año. Son turnos de trabajo exigentes, con largas guardias, en los que se puede llegar a atender más de 11.000 llamadas de media diarias, con tiempos de respuesta que rondan los 70 segundos. Si me extiendo en este preámbulo es para explicar que no se trata de una labor fácil, que exige atención máxima, conocimiento del medio y de la psicología de las personas para poder discriminar lo urgente y vital del fárrago de peticiones de auxilio y que sus trabajadores merecen, más allá de lo salarial, que el mando, en este caso la Consejería de Medio Ambiente, Agricultura e Interior, se preocupe de mantener en las mejores condiciones posibles las instalaciones y el buen ambiente de trabajo. Pues bien, el mando ha decidido reconvertir vestuarios y baños en «áreas mixtas no binarias» tras el requerimiento de un trabajador trans, que exigía un espacio propio para cambiarse e ir al baño. Al parecer, no puedo asegurarlo por las servidumbres del derecho a la privacidad, el trabajador en cuestión se autopercibe como «trans no binario», lo que le impediría usar uno u otro vestuario, masculino o femenino. La Consejería, que preside Carlos Novillo, que fue jefe de Bomberos de Alcorcón, se escuda en las leyes estatales de igualdad y no discriminación «para la igualdad efectiva de las personas trans y la igualdad de trato para las personas LGTBI» que, en ningún caso, obligan a establecer exclusivamente baños mixtos. La plantilla del ASEM, a través de su Comité de Empresa y mediante una carta de protesta firmada por más del 70 por ciento de los trabajadores, ha solicitado, en atención a las leyes laborales vigentes respecto a la seguridad e higiene, que se habilite un espacio mixto «no binario» y se mantengan el resto de los vestuarios/baños diferenciados, masculinos y femeninos, atendiendo de esta forma los derechos de todos. Pero la Consejería, además de recordar que en las nuevas áreas comunes habrá que respetar la compostura, el respeto y la intimidad propia y ajena, y, por supuesto, que estará completamente prohibido desplazarse denudo/a, mantiene su propósito y ya ha comenzado las obras de remodelación, que estarán finalizadas, según el plan, en marzo del año que viene. Insisto en que hablamos de unos servidores públicos que cubren unos puestos de servicio exigentes, con guardias de 24 horas, y que, al menos, merecen disponer de espacios de verdadera intimidad, donde cambiarse de ropa, ducharse y otras necesidades sin más estrés añadido al de su propio trabajo. Pero no, incluso en territorio Ayuso, donde se supone que la convivencia sigue las pautas clásicas de respeto y adecuación a la realidad social cotidiana, lo woke tiene preferencia sobre los derechos de la inmensa mayoría de los trabajadores. Y no se trata, por supuesto, de hacer bromas con lo trans o lo no binario; de inscribir parejas de baile no como hombre/mujer, sino como «follover/líder», para no ofender a nadie, porque asistimos, una vez más, a la imposición cultural y social por parte de unas minorías extremistas que hacen de la intolerancia su caballo de batalla.
