Putin, Trump y los eléctricos chinos cambian la revolución verde de la UE. El mundo quema más crudo y carbón que nunca y la UE gira al pragmatismo: sí a la nuclear y a los motores de combustión
Hace casi cuatro años, una marea verde tiñó Europa. No importaban el coste ni las consecuencias a corto plazo para la industria o los consumidores, los socios comunitarios y la Comisión Europea diseñaron una hoja de ruta implacable en la que la energía nuclear estaba condenada a desaparecer del Viejo Continente tras la caída del carbón y la menor dependencia teórica del gas. Un horizonte libre de humos en la que los motores de combustión no tenían cabida y los enchufes brotarían como setas, garantizando nuestros desplazamientos así se transportaran mercancías desde Algeciras a Letonia. Pero Putin lo cambió todo.. El sueño de esa Europa paladín de la lucha climática, capaz de revolucionar su industria automovilística vetando la fabricación de motores de combustión en 2035 y de programar una penetración renovable colosal para alcanzar la neutralidad climática para 2050 saltó por los aires con la invasión de Ucrania y la ruptura gradual con Rusia, socio preferente hasta entonces de la UE con más o menos equilibrios, tanto en el suministro de gas, petróleo como de otras materias primas cruciales para el desarrollo de las nuevas tecnologías.. La invasión de los coches eléctricos chinos, a la que Europa ha sido capaz de poner freno a pesar de llegar con una fuerte dosis de subsidios en su desarrollo por parte del régimen de Pekín, ha hecho el resto. El giro ha sido incluso más abrupto.. Seguridad energética. En cuestión de meses, la energía nuclear fue considerada estratégica para garantizar la seguridad energética europea, su independencia y blindar el desarrollo de las renovables. Fue integrada, junto al gas, sin demasiados sobresaltos en la taxonomía verde europea a pesar de que la ministra de Transición Ecológica de entonces, Teresa Ribera se mostró en contra.. El objetivo del Pacto Verde europeo para alcanzar la neutralidad climática se mantiene, aunque descafeinado. El equilibrio de cero emisiones netas para 2050, que implica emitir a la atmósfera solo los gases de efecto invernadero que puede absorber la naturaleza, queda reducido a una aspiración. La reforma de la Directiva sobre Fuentes Renovables de 2023 elevó la cuota de estas en el consumo total de energía de la UE del 32% al hasta el 42,5% a 2030.. Un informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena) con la Comisión Europea prevé que el sector energético de la UE generará el 70% de su electricidad a partir de energías renovables para 2030 y casi el 90% para 2050.. Sin embargo, el frenazo al desarrollo de determinadas tecnologías es evidente, como denunció la patronal eólica el pasado martes. Y es que España podría integrar cada año hasta 2,5 gigavatios de nueva potencia eólica y solo está añadiendo algo más de 1 GW.. Con estos mimbres, muchos de los ambiciosos objetivos contenidos en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) parecen inalcanzables. De hecho, el sector energético en todas sus vertientes lo da por imposible.. Aunque el vuelco energético era evidente, el último «servicio» de Ribera antes de irse a Bruselas fue dejar una actualización del Pniec aún más ambiciosa, estableciendo que para 2030 el 48% del consumo final de energía debería de estar cubierto por fuentes renovables. La anterior previsión era del 42%.. Para ello, España debería acometer un esfuerzo titánico para reducir su dependencia de los combustibles fósiles, con las renovables como el pilar de esta revolución, capaces de representar el 81% del «mix» eléctrico español.. Esto implica alcanzar los 76 GW a 2030 y los 62 GW de Eólica. España, con 7,2 GW de nueva potencia instalada en 2024 y un acumulado de 40,2 GW, se mantuvo a cierre del año pasado entre los 10 principales mercados mundiales. Todo apunta a que cerrará este año en récord. Sin embargo, el autoconsumo registró una caída del 31% en la potencia instalada y en almacenamiento el ritmo de instalación cayó un 34% en 2024 respecto al año anterior, según los datos de la patronal UNEF.. Frenazo solar. Las perspectivas para el conjunto de la UE no son del todo halagüeñas. El mercado solar de la UE registró en 2025 su primera contracción en casi una década, según el informe 2025-30 de la asociación Solar Power, que vaticina dos años más de caída antes de un repunte lento hacia 2030.. El apagón del pasado 28 de abril no favorece este desarrollo. Aunque la fotovoltaica está aprovechando el tirón de la habilitación para el control dinámico de tensión, con más de la mitad de las instalaciones autorizadas, el frenazo ante el riesgo de una replica del apagón si no se controla la entrada masiva de renovable y los escenarios de precios cero y vertidos masivos por el exceso de oferta ponen en riesgo los planes de penetración solar.. Mientras tanto, sigue sin despejarse la incógnita nuclear en España. Europa apuesta por ella sin dudas y hasta países que estaban desmantelando su parque han cambiado de idea. Un buen ejemplo es Reino Unido, donde el «pragmatismo sin escrúpulos» del primer ministro Keir Starmer ha acelerado el «revival» nuclear con una inversión de 14.200 millones de libras (16.864 millones de euros) para la construcción de la nueva planta Sizewell C y la prolongación de la vida útil de varias plantas.. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en 2024, se pusieron en funcionamiento más de 7 GW de capacidad de energía nuclear, un 33 % más que en 2023. Por el contrario, el Gobierno de Pedro Sánchez sigue en sus trece de «sacrificar» la central cacereña de Almaraz.. Las evidencias son crecientes: Europa estaba desenganchándose de las energías fósiles, pero el mundo no le sigue. Lo cierto es que la demanda de carbón ha tocado techo y ha alcanzado los 8.850 millones de toneladas en 2025, aunque se espera que se estabilice antes de comenzar a declinar en 2030, según la AIE. Por lo que respecta al petróleo, el consumo global sigue creciendo, aunque lo hará apoyado sobre todo en Asia y en las economías emergentes, pero no en el Viejo Continente. Según la OPEP, el mundo quemará en 2026 una media diaria de 106,5 millones de barriles, un 1,38% más que en 2025.. El reciente levantamiento de la UE a los motores de combustión, criticado también por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, obedece a una lógica implacable: China no solo controla las materias primeras necesarias para las baterías, sino que los combustibles renovables ahora y los sintéticos en el futuro permiten reducir las emisiones de CO2 entre un 70% y un 90 % de forma inmediata en los vehículos de combustión. Sin necesidad de arruinar a una industria que crucial para Europa, con España como segundo fabricante tras Alemania.. El pragmatismo ha llegado a Bruselas. España está a la espera.
Hace casi cuatro años, una marea verde tiñó Europa. No importaban el coste ni las consecuencias a corto plazo para la industria o los consumidores, los socios comunitarios y la Comisión Europea diseñaron una hoja de ruta implacable en la que la energía nuclear estaba condenada a desaparecer del Viejo Continente tras la caída del carbón y la menor dependencia teórica del gas. Un horizonte libre de humos en la que los motores de combustión no tenían cabida y los enchufes brotarían como setas, garantizando nuestros desplazamientos así se transportaran mercancías desde Algeciras a Letonia. Pero Putin lo cambió todo.. El sueño de esa Europa paladín de la lucha climática, capaz de revolucionar su industria automovilística vetando la fabricación de motores de combustión en 2035 y de programar una penetración renovable colosal para alcanzar la neutralidad climática para 2050 saltó por los aires con la invasión de Ucrania y la ruptura gradual con Rusia, socio preferente hasta entonces de la UE con más o menos equilibrios, tanto en el suministro de gas, petróleo como de otras materias primas cruciales para el desarrollo de las nuevas tecnologías.. La invasión de los coches eléctricos chinos, a la que Europa ha sido capaz de poner freno a pesar de llegar con una fuerte dosis de subsidios en su desarrollo por parte del régimen de Pekín, ha hecho el resto. El giro ha sido incluso más abrupto.. Seguridad energética. En cuestión de meses, la energía nuclear fue considerada estratégica para garantizar la seguridad energética europea, su independencia y blindar el desarrollo de las renovables. Fue integrada, junto al gas, sin demasiados sobresaltos en la taxonomía verde europea a pesar de que la ministra de Transición Ecológica de entonces, Teresa Ribera se mostró en contra.. El objetivo del Pacto Verde europeo para alcanzar la neutralidad climática se mantiene, aunque descafeinado. El equilibrio de cero emisiones netas para 2050, que implica emitir a la atmósfera solo los gases de efecto invernadero que puede absorber la naturaleza, queda reducido a una aspiración. La reforma de la Directiva sobre Fuentes Renovables de 2023 elevó la cuota de estas en el consumo total de energía de la UE del 32% al hasta el 42,5% a 2030.. Un informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena) con la Comisión Europea prevé que el sector energético de la UE generará el 70% de su electricidad a partir de energías renovables para 2030 y casi el 90% para 2050.. Sin embargo, el frenazo al desarrollo de determinadas tecnologías es evidente, como denunció la patronal eólica el pasado martes. Y es que España podría integrar cada año hasta 2,5 gigavatios de nueva potencia eólica y solo está añadiendo algo más de 1 GW.. Con estos mimbres, muchos de los ambiciosos objetivos contenidos en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) parecen inalcanzables. De hecho, el sector energético en todas sus vertientes lo da por imposible.. Aunque el vuelco energético era evidente, el último «servicio» de Ribera antes de irse a Bruselas fue dejar una actualización del Pniec aún más ambiciosa, estableciendo que para 2030 el 48% del consumo final de energía debería de estar cubierto por fuentes renovables. La anterior previsión era del 42%.. Para ello, España debería acometer un esfuerzo titánico para reducir su dependencia de los combustibles fósiles, con las renovables como el pilar de esta revolución, capaces de representar el 81% del «mix» eléctrico español.. Esto implica alcanzar los 76 GW a 2030 y los 62 GW de Eólica. España, con 7,2 GW de nueva potencia instalada en 2024 y un acumulado de 40,2 GW, se mantuvo a cierre del año pasado entre los 10 principales mercados mundiales. Todo apunta a que cerrará este año en récord. Sin embargo, el autoconsumo registró una caída del 31% en la potencia instalada y en almacenamiento el ritmo de instalación cayó un 34% en 2024 respecto al año anterior, según los datos de la patronal UNEF.. Frenazo solar. Las perspectivas para el conjunto de la UE no son del todo halagüeñas. El mercado solar de la UE registró en 2025 su primera contracción en casi una década, según el informe 2025-30 de la asociación Solar Power, que vaticina dos años más de caída antes de un repunte lento hacia 2030.. El apagón del pasado 28 de abril no favorece este desarrollo. Aunque la fotovoltaica está aprovechando el tirón de la habilitación para el control dinámico de tensión, con más de la mitad de las instalaciones autorizadas, el frenazo ante el riesgo de una replica del apagón si no se controla la entrada masiva de renovable y los escenarios de precios cero y vertidos masivos por el exceso de oferta ponen en riesgo los planes de penetración solar.. Mientras tanto, sigue sin despejarse la incógnita nuclear en España. Europa apuesta por ella sin dudas y hasta países que estaban desmantelando su parque han cambiado de idea. Un buen ejemplo es Reino Unido, donde el «pragmatismo sin escrúpulos» del primer ministro Keir Starmer ha acelerado el «revival» nuclear con una inversión de 14.200 millones de libras (16.864 millones de euros) para la construcción de la nueva planta Sizewell C y la prolongación de la vida útil de varias plantas.. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en 2024, se pusieron en funcionamiento más de 7 GW de capacidad de energía nuclear, un 33 % más que en 2023. Por el contrario, el Gobierno de Pedro Sánchez sigue en sus trece de «sacrificar» la central cacereña de Almaraz.. Las evidencias son crecientes: Europa estaba desenganchándose de las energías fósiles, pero el mundo no le sigue. Lo cierto es que la demanda de carbón ha tocado techo y ha alcanzado los 8.850 millones de toneladas en 2025, aunque se espera que se estabilice antes de comenzar a declinar en 2030, según la AIE. Por lo que respecta al petróleo, el consumo global sigue creciendo, aunque lo hará apoyado sobre todo en Asia y en las economías emergentes, pero no en el Viejo Continente. Según la OPEP, el mundo quemará en 2026 una media diaria de 106,5 millones de barriles, un 1,38% más que en 2025.. El reciente levantamiento de la UE a los motores de combustión, criticado también por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, obedece a una lógica implacable: China no solo controla las materias primeras necesarias para las baterías, sino que los combustibles renovables ahora y los sintéticos en el futuro permiten reducir las emisiones de CO2 entre un 70% y un 90 % de forma inmediata en los vehículos de combustión. Sin necesidad de arruinar a una industria que crucial para Europa, con España como segundo fabricante tras Alemania.. El pragmatismo ha llegado a Bruselas. España está a la espera.
