La plataforma Movistar Plus+ estrena hoy la película documental del cantante madrileño, que se muestra con total crudeza
Hay artistas cuya obra funciona como una especie de banda sonora personal, acompañándonos durante etapas vitales sin pedir permiso. En este caso, la música de Leiva ha atravesado décadas sin perder su capacidad de conmover, de encender algo íntimo con su mezcla tan particular de vulnerabilidad y descaro. Su documental «Hasta que me quede sin voz», que aterriza hoy en Movistar Plus+, es adentrarse en los lugares oscuros del propio artista para acabar llenándolos de luminosidad, porque si algo deja claro este Leiva en la hora y media de cinta es que se deja atravesar sin apego a querer impostarse.. Lo que en un primer momento parecía una mirada detallada a su trayectoria terminó siendo un ejercicio de valentía personal, especialmente en una época obsesionada con proyectar imágenes perfectas y sin fisuras. El film no se limita a mostrar al artista en su esfera profesional; expone con crudeza la fragilidad de alguien que ha vivido a través de su voz, y que de pronto se enfrenta a la posibilidad más devastadora: perderla de forma irreversible.. La narración, contada enteramente por el propio Leiva, se despliega a modo de confesión filmada. Encontramos un relato íntimo que pone el foco en su humanidad, en la vorágine que atraviesa, en sus contradicciones y en sus miedos más ocultos. Es un retrato que desarma sin buscarlo.. El documental alterna tres líneas principales que se entrelazan con naturalidad: la gira internacional de 2023, la gestación de su disco «Gigante» entre 2024 y 2025, y la creación del tema inédito que da nombre a la película. A través de estos episodios se reconstruye un arco vital que va mucho más allá de lo musical. Se revisitan episodios tan determinantes como el accidente en su adolescencia que marcó su identidad, su irrupción en el panorama musical madrileño, el rol de su barrio en sus primeros pasos creativos, el nacimiento y disolución de Pereza, y el reencuentro afectivo con Rubén Pozo. También emergen momentos más domésticos —la familia, la cocina de su madre, los afectos que sostienen—, así como la complicidad casi fraternal con Joaquín Sabina, figura que atraviesa su vida personal y artística.. Esta integración entre lo íntimo y lo profesional, entre la memoria y el presente, añade capas de lectura a sus canciones. Temas como «Caída libre», en los que se abren heridas relacionadas con la depresión y la sensación de desorientación, o la propia «Hasta que me quede sin voz», cargada de la tensión entre pasión creativa y fragilidad física, adquieren un peso simbólico renovado. Cada acorde suena distinto cuando se comprende la experiencia vital que lo sostiene. Visualmente, el documental apuesta por un minimalismo consciente: luz tenue, colores naturales, encuadres que buscan la proximidad más que el impacto estético.. Esa austeridad casa con la voluntad de no desviar la atención; de permitir que sea la palabra del artista, y no la espectacularidad del montaje, la que conduzca el relato. La película nació en Nueva York, durante el arranque de rodaje en septiembre de 2023, y ha recorrido un camino propio. Detrás del proyecto se encuentra un equipo formado por Mario Forniés, Lucas Nolla y Sepia, con producción de Blur.. Y si hay un valor que sigue definiendo a Leiva, incluso ahora que su nombre resuena en escenarios de medio planeta, es su fidelidad casi obstinada a su origen. Hay artistas que hablan de «volver al barrio» como quien evoca una postal amable; él, en cambio, nunca se ha ido. Su Alameda de Osuna no es un lugar al que regresa, sino un territorio que lleva incrustado en la piel, una brújula emocional que aparece en sus canciones sin permiso y sin artificio.. En su último álbum le dedica un tema que es casi una declaración de amor, una carta escrita desde la pasión más profunda y sin miedo al sentimentalismo. Y lo hace con la misma naturalidad con la que cruza cada mañana sus calles, (para correr) porque ese barrio no es solo un escenario de infancia: es su casa, su refugio y su seña identitaria más férrea.. «Hasta que me quede sin voz» es, en última instancia, el retrato de un hombre que, pese a la amenaza constante de perderlo todo, se empeña en seguir adelante. No porque sea fácil, sino porque no sabe —o no quiere— vivir de otra manera. Hasta que se quede sin voz. ¿Y no es acaso la misma vida?
Hay artistas cuya obra funciona como una especie de banda sonora personal, acompañándonos durante etapas vitales sin pedir permiso. En este caso, la música de Leiva ha atravesado décadas sin perder su capacidad de conmover, de encender algo íntimo con su mezcla tan particular de vulnerabilidad y descaro. Su documental «Hasta que me quede sin voz», que aterriza hoy en Movistar Plus+, es adentrarse en los lugares oscuros del propio artista para acabar llenándolos de luminosidad, porque si algo deja claro este Leiva en la hora y media de cinta es que se deja atravesar sin apego a querer impostarse.. Lo que en un primer momento parecía una mirada detallada a su trayectoria terminó siendo un ejercicio de valentía personal, especialmente en una época obsesionada con proyectar imágenes perfectas y sin fisuras. El film no se limita a mostrar al artista en su esfera profesional; expone con crudeza la fragilidad de alguien que ha vivido a través de su voz, y que de pronto se enfrenta a la posibilidad más devastadora: perderla de forma irreversible.. La narración, contada enteramente por el propio Leiva, se despliega a modo de confesión filmada. Encontramos un relato íntimo que pone el foco en su humanidad, en la vorágine que atraviesa, en sus contradicciones y en sus miedos más ocultos. Es un retrato que desarma sin buscarlo.. El documental alterna tres líneas principales que se entrelazan con naturalidad: la gira internacional de 2023, la gestación de su disco «Gigante» entre 2024 y 2025, y la creación del tema inédito que da nombre a la película. A través de estos episodios se reconstruye un arco vital que va mucho más allá de lo musical. Se revisitan episodios tan determinantes como el accidente en su adolescencia que marcó su identidad, su irrupción en el panorama musical madrileño, el rol de su barrio en sus primeros pasos creativos, el nacimiento y disolución de Pereza, y el reencuentro afectivo con Rubén Pozo. También emergen momentos más domésticos —la familia, la cocina de su madre, los afectos que sostienen—, así como la complicidad casi fraternal con Joaquín Sabina, figura que atraviesa su vida personal y artística.. Esta integración entre lo íntimo y lo profesional, entre la memoria y el presente, añade capas de lectura a sus canciones. Temas como «Caída libre», en los que se abren heridas relacionadas con la depresión y la sensación de desorientación, o la propia «Hasta que me quede sin voz», cargada de la tensión entre pasión creativa y fragilidad física, adquieren un peso simbólico renovado. Cada acorde suena distinto cuando se comprende la experiencia vital que lo sostiene. Visualmente, el documental apuesta por un minimalismo consciente: luz tenue, colores naturales, encuadres que buscan la proximidad más que el impacto estético.. Esa austeridad casa con la voluntad de no desviar la atención; de permitir que sea la palabra del artista, y no la espectacularidad del montaje, la que conduzca el relato. La película nació en Nueva York, durante el arranque de rodaje en septiembre de 2023, y ha recorrido un camino propio. Detrás del proyecto se encuentra un equipo formado por Mario Forniés, Lucas Nolla y Sepia, con producción de Blur.. Y si hay un valor que sigue definiendo a Leiva, incluso ahora que su nombre resuena en escenarios de medio planeta, es su fidelidad casi obstinada a su origen. Hay artistas que hablan de «volver al barrio» como quien evoca una postal amable; él, en cambio, nunca se ha ido. Su Alameda de Osuna no es un lugar al que regresa, sino un territorio que lleva incrustado en la piel, una brújula emocional que aparece en sus canciones sin permiso y sin artificio.. En su último álbum le dedica un tema que es casi una declaración de amor, una carta escrita desde la pasión más profunda y sin miedo al sentimentalismo. Y lo hace con la misma naturalidad con la que cruza cada mañana sus calles, (para correr) porque ese barrio no es solo un escenario de infancia: es su casa, su refugio y su seña identitaria más férrea.. «Hasta que me quede sin voz» es, en última instancia, el retrato de un hombre que, pese a la amenaza constante de perderlo todo, se empeña en seguir adelante. No porque sea fácil, sino porque no sabe —o no quiere— vivir de otra manera. Hasta que se quede sin voz. ¿Y no es acaso la misma vida?
