La Comisión Europea ha propuesto rectificar el veto a la venta de coches nuevos que emitan dióxido de carbono fijado para 2035. No son tiempos fáciles para la industria del automóvil. Las dificultades de la demanda de vehículos eléctricos, la pujante competencia china y los aranceles de Estados Unidos han avivado las incertidumbres. En este marco, la industria ha defendido un marco de flexibilidad medioambiental y Bruselas ha respondido con un umbral de las emisiones de un 90% en lugar del 100%. El consenso comunitario ha respaldado las más que sensatas demandas de un sector clave de la economía y del empleo frente a los partidarios de un rigorismo verde irresponsable como el de España, que ha apostado por el veto a los motores de combustión. Ha sido un error, otro más, de un Gobierno que hipoteca los intereses nacionales en favor de dogmas ideológicos, populistas y empobrecedores.
El consenso comunitario ha respaldado las más que sensatas demandas de un sector clave de la economía y del empleo frente a los partidarios de un rigorismo verde irresponsable como el de España, que ha apostado por el veto a los motores de combustión
La Comisión Europea ha propuesto rectificar el veto a la venta de coches nuevos que emitan dióxido de carbono fijado para 2035. No son tiempos fáciles para la industria del automóvil. Las dificultades de la demanda de vehículos eléctricos, la pujante competencia china y los aranceles de Estados Unidos han avivado las incertidumbres. En este marco, la industria ha defendido un marco de flexibilidad medioambiental y Bruselas ha respondido con un umbral de las emisiones de un 90% en lugar del 100%. El consenso comunitario ha respaldado las más que sensatas demandas de un sector clave de la economía y del empleo frente a los partidarios de un rigorismo verde irresponsable como el de España, que ha apostado por el veto a los motores de combustión. Ha sido un error, otro más, de un Gobierno que hipoteca los intereses nacionales en favor de dogmas ideológicos, populistas y empobrecedores.
