Cuentan los que aún se mantienen cerca de él, más por necesidad que por devoción, que el presidente anda aturdido, a solas consigo mismo, sin saber qué hacer. Le pasa lo que decía Gabriel Celaya: «A solas soy alguien. En la calle, nadie. (…) A solas medito, siento que me crezco». Este ha sido seguramente el fin de semana más amargo de Pedro Sánchez desde que es presidente del Gobierno. Lo más grave de todo, lo que le deja indefenso, es el cambio de actitud de los medios que le habían servido hasta ahora de coraza con una defensa férrea y sincronizada. Parece que eso se acaba. Ha cesado de repente el silencio cómplice y han brillado en las portadas dominicales titulares como cuchillos. Es la señal de que el final del sanchismo está cerca.. Los cargos se acumulan contra él, contra su partido y contra su Gobierno. Los escándalos de corrupción se mezclan en un «totum revolutum» con los de acoso sexual. Hasta la sentencia del fiscal general, la plataforma de medios adictos echó el resto siguiendo las consignas oficiales, a la vez que procuraba «encapsular» las corrupciones reduciéndolas al «caso Koldo». Lo demás carecía de importancia. Lo que ha cambiado todo, según puede comprobarse acudiendo a la hemeroteca, lo que ha roto el tarro de las complacencias, ha sido el «caso Salazar» y el sucesivo estallido de los escándalos de bragueta. Esto ha hecho saltar todas las alarmas. Fue el momento en que las feministas de dentro y de fuera del partido se mostraron defraudadas y enfurecidas con el comportamiento oficial en una materia tan sensible, de la que el sanchismo había hecho bandera. Y ahí se quebró la confianza general.. Llama la atención que en los medios «progresistas» haya influido más, en el cambio de posición, los abusos sexuales que la corrupción generalizada. Esto ha dado pie a comprobar que se trabaja ya a calzón quitado en la sucesión de Pedro Sánchez, que no puede volver a encabezar el cartel electoral del PSOE, y se considera que sólo una mujer de prestigio al frente del partido puede recuperar el voto femenino y el honor perdido por la plaga de escándalos machistas. En eso se está. Se prepara el futuro. Se busca a esa mujer singular, no contaminada por el sanchismo, que suceda a Sánchez en la Secretaría General del partido y encabece el cartel electoral. Se suceden los contactos discretos, las reuniones clandestinas y los desenganches silenciosos. Dentro del Gobierno, en medio de un ambiente enrarecido, empieza a haber algunas tímidas complicidades.
Se trabaja ya a calzón quitado en la sucesión de Pedro Sánchez, que no puede volver a encabezar el cartel electoral del PSOE
Cuentan los que aún se mantienen cerca de él, más por necesidad que por devoción, que el presidente anda aturdido, a solas consigo mismo, sin saber qué hacer. Le pasa lo que decía Gabriel Celaya: «A solas soy alguien. En la calle, nadie. (…) A solas medito, siento que me crezco». Este ha sido seguramente el fin de semana más amargo de Pedro Sánchez desde que es presidente del Gobierno. Lo más grave de todo, lo que le deja indefenso, es el cambio de actitud de los medios que le habían servido hasta ahora de coraza con una defensa férrea y sincronizada. Parece que eso se acaba. Ha cesado de repente el silencio cómplice y han brillado en las portadas dominicales titulares como cuchillos. Es la señal de que el final del sanchismo está cerca.. Los cargos se acumulan contra él, contra su partido y contra su Gobierno. Los escándalos de corrupción se mezclan en un «totum revolutum» con los de acoso sexual. Hasta la sentencia del fiscal general, la plataforma de medios adictos echó el resto siguiendo las consignas oficiales, a la vez que procuraba «encapsular» las corrupciones reduciéndolas al «caso Koldo». Lo demás carecía de importancia. Lo que ha cambiado todo, según puede comprobarse acudiendo a la hemeroteca, lo que ha roto el tarro de las complacencias, ha sido el «caso Salazar» y el sucesivo estallido de los escándalos de bragueta. Esto ha hecho saltar todas las alarmas. Fue el momento en que las feministas de dentro y de fuera del partido se mostraron defraudadas y enfurecidas con el comportamiento oficial en una materia tan sensible, de la que el sanchismo había hecho bandera. Y ahí se quebró la confianza general.. Llama la atención que en los medios «progresistas» haya influido más, en el cambio de posición, los abusos sexuales que la corrupción generalizada. Esto ha dado pie a comprobar que se trabaja ya a calzón quitado en la sucesión de Pedro Sánchez, que no puede volver a encabezar el cartel electoral del PSOE, y se considera que sólo una mujer de prestigio al frente del partido puede recuperar el voto femenino y el honor perdido por la plaga de escándalos machistas. En eso se está. Se prepara el futuro. Se busca a esa mujer singular, no contaminada por el sanchismo, que suceda a Sánchez en la Secretaría General del partido y encabece el cartel electoral. Se suceden los contactos discretos, las reuniones clandestinas y los desenganches silenciosos. Dentro del Gobierno, en medio de un ambiente enrarecido, empieza a haber algunas tímidas complicidades.
