Flooxer ha estrenado una ficción ágil, divertida y directa que asume el móvil como escenario natural del relato
A estas alturas, hablar de “innovación” en televisión suele sonar a eslogan, pero hay decisiones que se notan menos en el papel, en una nota de prensa, y más en la forma en que se mira. Estrenar una ficción pensada desde el origen para el formato vertical (9:16) es una de ellas: no es un añadido, es un cambio de punto de vista. Y, en España, eso llegó el pasado martes 23 de diciembre con “Una novia por Navidad”, el primer microdrama vertical original de Atresmedia para Flooxer.. La propuesta no se esconde tras grandes ambiciones: quiere contar una historia ligera, rápida y con ese punto pegajoso que hace que un capítulo lleve al siguiente. La maratón aquí se llama “scroll” y no hacen falta palominas, porque prácticamente no da tiempo para ello. Es una serie hecha para el metro, para el camino a clase o al trabajo, para una sala de espera con revistas viejas, o para esos minutos domésticos en los que uno calienta la cena y mira el reloj como si estuviera negociando con el día.. El argumento coloca a Sofía en una Navidad que ya viene torcida de serie: ruptura, familia y una colección de tópicos románticos que, cuando te pillan sensible, pesan más que una vaca en brazos. Su único alivio aparece en Marina, con quien surge una conexión muy especial. Todo sería sencillo si la vida fuera generosa, pero no lo es: Marina es la novia de su hermano. Ahí nace el conflicto, no como truco, sino como una incomodidad real que muchos reconocen aunque no la hayan vivido exactamente así.. Una de las piezas que mejor encaja en este formato es la voz en off. Aquí no se limita a “contar lo que vemos”, sino que ordena, contextualiza y ayuda a que la historia avance sin perder el hilo en episodios tan breves. También sirve para cerrar pequeñas derivaciones con eficacia, como si alguien te estuviera susurrando lo justo para que no te distraigas, pero sin llevarte de la mano como a un turista desorientado.. En el fondo, lo interesante es cómo la serie se alinea con el idioma emocional de la juventud actual: esa que está tan pendiente del móvil que consulta antes a ChatGPT o a Google que a un amigo, no por frialdad, sino por inmediatez. La serie entiende ese hábito sin juzgarlo, lo incorpora como paisaje y lo convierte en motor narrativo. En lugar de mirar “desde arriba”, se queda a la altura de quien vive con prisa, dudas y una pantalla siempre cerca.. El paso al microdrama nativo no es casual ni improvisado. Durante años, el formato vertical se utilizó como complemento, como resumen o como puerta de entrada a ficciones tradicionales. Ahora el movimiento es otro: historias pensadas desde el inicio para ese lenguaje, rodadas y editadas con una lógica distinta. En ese contexto, el estreno de esta serie no solo inauguró un formato en España, sino que se alinea con una tendencia global que ya ha demostrado que la brevedad no está reñida con la implicación emocional.. También hay algo relevante en la decisión de lanzar todos los episodios a la vez. No se trata solo de facilitar el consumo, sino de asumir que la relación con el contenido ha cambiado. Aquí no hay espera semanal ni conversación prolongada en redes: hay curiosidad inmediata, consumo fragmentado y una experiencia que se completa a base de pequeños impulsos. Es una forma distinta de fidelizar, más silenciosa y menos ceremoniosa, pero muy acorde con el público al que se dirige.. Y aunque el envoltorio parezca ligero, el contenido toca asuntos esenciales de la formación de la personalidad: qué significa ser uno mismo cuando el entorno insiste en decirte qué “deberías” ser, cómo se explora la sexualidad sin pedir permiso, o por qué el matrimonio sigue apareciendo como un paradigma de vida incluso cuando ya no convence a nadie del todo. Todo está ahí sin discursos, integrado en decisiones, silencios y pequeñas contradicciones que se parecen mucho a las de fuera de la ficción.. El reparto sostiene ese tono con naturalidad. Marina Baeza y Carla Flila funcionan bien en el registro cercano que exige una cámara que mira de frente y a pocos centímetros, sin margen para imposturas. La imagen, pensada para el móvil, elige la claridad y la intimidad: menos ornamentación y más gesto, menos distancia y más presencia. Esa elección, lejos de empobrecer, refuerza la sensación de estar “dentro” de la escena.. Que algunos momentos se resuelvan deprisa no es necesariamente una carencia: es parte del pacto. El microdrama vive de la síntesis, del ritmo y de saber cuándo cortar. “Una novia por Navidad” acepta esa regla y la convierte en virtud: entretiene, engancha y, además, deja una idea simpática flotando en el aire… que el futuro de la ficción también puede durar lo mismo que un trayecto de dos paradas.. Flooxer se ha consolidado como un espacio donde la experimentación no es puntual, sino estructural. Desde ficciones que marcaron a una generación hasta formatos híbridos entre humor, costumbrismo y comentario social, el canal ha sabido detectar talento joven y asumir riesgos narrativos. Su catálogo combina identidad autoral y vocación popular, reforzando una línea editorial coherente que entiende la innovación como continuidad y no como excepción dentro del ecosistema digital.
A estas alturas, hablar de “innovación” en televisión suele sonar a eslogan, pero hay decisiones que se notan menos en el papel, en una nota de prensa, y más en la forma en que se mira. Estrenar una ficción pensada desde el origen para el formato vertical (9:16) es una de ellas: no es un añadido, es un cambio de punto de vista. Y, en España, eso llegó el pasado martes 23 de diciembre con “Una novia por Navidad”, el primer microdrama vertical original de Atresmedia para Flooxer.. La propuesta no se esconde tras grandes ambiciones: quiere contar una historia ligera, rápida y con ese punto pegajoso que hace que un capítulo lleve al siguiente. La maratón aquí se llama “scroll” y no hacen falta palominas, porque prácticamente no da tiempo para ello. Es una serie hecha para el metro, para el camino a clase o al trabajo, para una sala de espera con revistas viejas, o para esos minutos domésticos en los que uno calienta la cena y mira el reloj como si estuviera negociando con el día.. El argumento coloca a Sofía en una Navidad que ya viene torcida de serie: ruptura, familia y una colección de tópicos románticos que, cuando te pillan sensible, pesan más que una vaca en brazos. Su único alivio aparece en Marina, con quien surge una conexión muy especial. Todo sería sencillo si la vida fuera generosa, pero no lo es: Marina es la novia de su hermano. Ahí nace el conflicto, no como truco, sino como una incomodidad real que muchos reconocen aunque no la hayan vivido exactamente así.. Una de las piezas que mejor encaja en este formato es la voz en off. Aquí no se limita a “contar lo que vemos”, sino que ordena, contextualiza y ayuda a que la historia avance sin perder el hilo en episodios tan breves. También sirve para cerrar pequeñas derivaciones con eficacia, como si alguien te estuviera susurrando lo justo para que no te distraigas, pero sin llevarte de la mano como a un turista desorientado.. En el fondo, lo interesante es cómo la serie se alinea con el idioma emocional de la juventud actual: esa que está tan pendiente del móvil que consulta antes a ChatGPT o a Google que a un amigo, no por frialdad, sino por inmediatez. La serie entiende ese hábito sin juzgarlo, lo incorpora como paisaje y lo convierte en motor narrativo. En lugar de mirar “desde arriba”, se queda a la altura de quien vive con prisa, dudas y una pantalla siempre cerca.. El paso al microdrama nativo no es casual ni improvisado. Durante años, el formato vertical se utilizó como complemento, como resumen o como puerta de entrada a ficciones tradicionales. Ahora el movimiento es otro: historias pensadas desde el inicio para ese lenguaje, rodadas y editadas con una lógica distinta. En ese contexto, el estreno de esta serie no solo inauguró un formato en España, sino que se alinea con una tendencia global que ya ha demostrado que la brevedad no está reñida con la implicación emocional.. También hay algo relevante en la decisión de lanzar todos los episodios a la vez. No se trata solo de facilitar el consumo, sino de asumir que la relación con el contenido ha cambiado. Aquí no hay espera semanal ni conversación prolongada en redes: hay curiosidad inmediata, consumo fragmentado y una experiencia que se completa a base de pequeños impulsos. Es una forma distinta de fidelizar, más silenciosa y menos ceremoniosa, pero muy acorde con el público al que se dirige.. Y aunque el envoltorio parezca ligero, el contenido toca asuntos esenciales de la formación de la personalidad: qué significa ser uno mismo cuando el entorno insiste en decirte qué “deberías” ser, cómo se explora la sexualidad sin pedir permiso, o por qué el matrimonio sigue apareciendo como un paradigma de vida incluso cuando ya no convence a nadie del todo. Todo está ahí sin discursos, integrado en decisiones, silencios y pequeñas contradicciones que se parecen mucho a las de fuera de la ficción.. El reparto sostiene ese tono con naturalidad. Marina Baeza y Carla Flila funcionan bien en el registro cercano que exige una cámara que mira de frente y a pocos centímetros, sin margen para imposturas. La imagen, pensada para el móvil, elige la claridad y la intimidad: menos ornamentación y más gesto, menos distancia y más presencia. Esa elección, lejos de empobrecer, refuerza la sensación de estar “dentro” de la escena.. Que algunos momentos se resuelvan deprisa no es necesariamente una carencia: es parte del pacto. El microdrama vive de la síntesis, del ritmo y de saber cuándo cortar. “Una novia por Navidad” acepta esa regla y la convierte en virtud: entretiene, engancha y, además, deja una idea simpática flotando en el aire… que el futuro de la ficción también puede durar lo mismo que un trayecto de dos paradas.. Flooxer, un catálogo joven que marca camino. Flooxer se ha consolidado como un espacio donde la experimentación no es puntual, sino estructural. Desde ficciones que marcaron a una generación hasta formatos híbridos entre humor, costumbrismo y comentario social, el canal ha sabido detectar talento joven y asumir riesgos narrativos. Su catálogo combina identidad autoral y vocación popular, reforzando una línea editorial coherente que entiende la innovación como continuidad y no como excepción dentro del ecosistema digital.
